miércoles, 4 de mayo de 2011

LA GUIRNALDA DE ROSAS

Una de las composiciones más hermosas e interesantes del romancero judeo-español es La guirnalda de rosas, documentada en nuestro ámbito hispánico en un pliego suelto que circuló en el s.XVI, y reflejo -sin duda- de una gran variedad de versiones que se acuñaron en la tradición oral:  


–Esa guirnalda de rosas,   hija, ¿quién te la endonara? 
–Donómela un caballero   que por mi puerta pasara; 
tomárame por la mano,   a su casa me llevara, 
en un portalico escuro   conmigo se deleitara. 
Echóme en cama de rosas   en la cual nunca fui echada, 
hízome, no sé qué hizo,   que d’él vengo enamorada; 
traigo, madre, la camisa   de sangre toda manchada. 
–¡Oh sobresalto rabioso!,   ¡que mi ánima es turbada! 
Si dices verdad, mi hija,   tu honra no vale nada, 
que la gente es maldiciente,   luego serás deshonrada
–Calledes, madre, calledes,   calléis, madre muy amada, 
que más vale un buen amigo   que no ser mal maridada. 
Dame el buen amigo, madre,   buen mantillo y buena saya, 
la que cobra mal marido   vive malaventurada. 
–Hija, pues queréis así,   tú contenta, yo pagada 
(Wolf y Hoffmann, 1856, II,  núm. 144, 63-64)

Un paralelo sefardí de este romance, La matica de ruda,  se incluyó en el Manuscrito Hazán, compilación de poesías anotadas en Rodas entre el siglo XVIII y los inicios del XX. Pese al cambio de asonancia en las versiones sefardíes, el parentesco de ambas ramas es incuestionable, como lo atestigua la coincidencia de las voces de madre e hija, del argumento, la estructura y hasta de la liberal vindicación del goce sexual.
Encontramos numerosas versiones en el cancionero tradicional castellano, gallego y luso, e incluso en la tradición armenia. En nuestro Romanticismo, el poeta Augusto Ferrán (1835-1880) tradujo unos versos que identificó como “Epitafio a una joven” del poeta finlandés Runenberg, y que muy probablemente provienen de una balada popular que  muestra enormes analogías con las versiones castellanas y sefardíes de nuestro romance.

El motivo de la guirnalda de rosas (en la versión española del XVI) o el ramo de flores (la matica de ruda sefardí) es habitual para referirse a una prenda, señal o recompensa por el trato sexual habido entre una muchacha y algún hombre. Recordemos la escena  shakespeariana en la que Ofelia cae al río desde el árbol que quería enguirnaldar,  y a la que la corriente arrastra envuelta en flores mientras musita viejas tonadas. Son frecuentes los episodios de la literatura caballeresca, galante o erótica, en que la dama recompensa al caballero con coronas floridas, estableciéndose sutiles juegos verbales a propósito de tales dones. Con el mismo tema hay que recordar conocidos versos de Luis de Milán, Gutierre de Cetina o Tirso de Molina. Cargados con un intenso simbolismo erótico-místico cabe igualmente reseñar los versos de la Canción 21 del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz; o el episodio de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, en que se identifica la corona de flores con el premio al varón por los favores sexuales de la doncella


* Consultar en Recursos el artículo sobre el tema de José Manuel Pedrosa

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